Ya la vida nocturna de la ciudad era lánguida de algunos años para acá. Hace rato las noches de los viernes, por citar un ejemplo, acabaron siendo un remedo del pequeño carnaval que precedía al fin de semana. Antes de la cuarentena ya muchos locales, otrora madrugadores, cerraban sus puertas llegadas las diez. Lo que convertía a la ciudad, apenas a la medianoche, en una burbuja fantasmal, rota si acaso por alguna alcabala, sus policías, preguntas y pasamontañas. En fin, la noche es ahora el interior de una caracola, una alfombra hecha para ahogar los pasos por muy fuerte que la pises. Fúnebre para todos, en especial para la familia de los dos nuevos fallecidos que el reporte oficial ha hecho público. Hablan de una señora, diabética, de 78 años. Sin más identficación que esa, como si estos datos bastaran para intuir que se llamaba María, Gloria o Josefina. Como si su anonimato igual sirviera para incluirla en nuestras oraciones. También fueron reportados seis nuevos contagios, y ya suman a la fecha 113 casos. Todos sin nombre.
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