Leo taxista y Antímano, sin poder evitar pensar en Oscar D´León. Son ahora 129 los casos de contagio. Murió un hombre de sesenta años, de profesión taxista, que vivía en Antímano. Según la versión oficial presentaba síntomas desde hace un mes, y según la no oficial nunca dejó de hacer carreras, de chambear. Toda la tensión de esta noche cabe en esa última frase. Hoy salí a la calle. Vi a Consuelo y Maya. Dos pequeños mercados y las medicinas que faltaban funcionaron como salvoconducto en las siete u ocho alcabalas, esos lunares de la mañana caraqueña con unos tres o cuatro kilómetros de separación. Las autopistas siguen vedadadas, como la gasolina, para quienes no cumplan una misión oficial. Así, fue extraño circular tan temprano un domingo y no toparse con los ciclistas y corredores que, al menos en mí, despiertan una sana (nunca mejor usada la palabra) envidia. Dice un amigo que de envidia sólo hablan los marginales, y quizás tiene razón. De esas viditas en pantalones cortos y tenis, que persiguen una meta que por el sólo hecho de correr ya la alcanzaron, estoy al margen. Hice siesta, tareas con Daniel, depósitos bancarios y tansferencias. Y no más acabe esta entrada, pondré en orden unos conceptos que un anunciante me ha exigido para esta misma semana. Mañana volveré a la media realidad que nos regala el teletrabajo . Debo confesar que cuando llega la noche y como una excusa válida para parar, me provoca hacerme de un permiso especial para irme a dormir a la oficina.
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