jueves, abril 16

Día 32 (Jueves 16 de abril)

Va a ser muy difícil hacer amigos en el futuro. Porque aunque Borges, creo fue Borges, advirtió algo así como la amistad, a diferencia del amor romántico no necesita de frecuencias, no es menos cierto que sentar sus cimientos requiere de un especial interés asociado a la presencia física. Escribo de la simpatía y gustos comunes, intereses y acuerdos tácitos que, en medio de una inesperada conversación que se sostiene en una fiesta o luego de una reunión corporativa, desvisten esa atracción que -como el amor- ocurre también a primera vista. Cómo cerrar esa complicidad sin estrechar una mano, dar un espaldarazo, un beso, o  un abrazo de esos que sellan para siempre una hermandad elegida, y que desde ese momento intuimos será para toda la vida. Nadie tiene idea de qué será de nosotros en un mes. Y aunque soy de los que piensa no es inteligente tomar decisiones en situaciones de apremio o tan inciertas como ésta, duermo y despierto con la idea de recuperar algo de este tiempo perdido. No escribo sobre pasármela de fiesta, no, escribo sobre esa dedicación que antes de llenarme de responsabilidades guardaba para mis amigos. Hace poco más de una año, cuando murió Pimali, mi dulce amiga desde la adolescencia, pensé en las tantas oportunidades en las que la dejé en visto. Y sí, le escribía al desocuparme, pero todos a quienes nos han dejado en visto en estado de necesidad, sabemos cuánto de único hay en ese momento. Hoy murió en Oviedo, a los setenta años y víctima del virus, el escritor chileno, Luis Sepúlveda. Hasta el año pasado leí una de sus novelas que, según una crónica de Santiago Gamboa aparecida hoy en El País, fue muy leída en al momento de su publicación. Fue traducida en 60 idiomas y vendió 18 millones de ejemplares. Recuerdo que acabé la lectura de Un viejo que leía novelas de amor (1988) a la orilla de la playa y conmovido hasta la arena. Santiago también reseña en su nota un éxito literario al que vino a sumarse su carismática personalidad y buen humor, que hacía que todos sus lectores quisieran no sólo leerlo, sino tenerlo de invitado para la cena en su casa, cada día de su vida. Así aspiro sea el futuro de mi experiencia amistosa, uno a uno quiero que mis amigos vengan a cenar a casa. 

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