Hoy, la pauta oficial habló de 127 personas contagiadas, aunque no reportó ningún nuevo caso. Ayer, con la opacidad acostumbrada, mencionaron 23 nuevos pacientes, de los cuales 20 ó 21, dicen se dieron en una academia de peloteros en Margarita. Un salto importante cuando me asomo a las de dos o tres días anteriores. Mañana, si amanezco con ganas, para no hacerlo ahora y llevarme a la cama las cifras, voy a revisar cómo va el mundo. He sido mezquino. Aunque ha sido más por negación que no he dejado sentados esos datos. Volví por víveres el día de hoy y algo de proteínas que mañana llevaré a mamá. Me pregunto qué está bien. Si dejarle la bolsa junto a la reja de su edificio y que se acerque a retirarla una vez esté yo en el carro de nuevo. O darnos el lujo de un abrazo. Hoy fue un día de limpieza. Y quizá luego de este ejercicio trabaje un poco. Ayer tomé un atajo y acudí a Bolaño para completar esta entrada. No fue un buen día home office. Estalló una pequeña crisis. Nada nuevo. O sí. Nuevo es que ocurra fuera de la oficina. Ese espacio que nos inventamos y que opera como una alfombra debajo de la cual, a las cinco de la tarde, escondemos el día. Pasó que esa alfombra ahora está en casa. Y basta con que a medianoche despiertes, camines hasta la cocina por un poco de agua, y en el trecho te topes con ese bulto que antes abandonabas y ahora te vigila. No puse nada en twitter, y apenas alimenté @microcuentos y @POPesía. Tampoco LinkedIn. Fue bueno que allí sólo me exigiera cinco líneas los días laborables. Este un buen tiempo para revisar algunos de los conceptos que a diario abrazamos. Ayer me pasé el día entero pensando en el éxito. Incluso lo hice tuit. Hoy, una persona que no me sigue respondió a mi propuesta y puso, a secas, Empatía. Ordené el escritorio. De niño siempre jugaba a tener un escritorio con dos teléfonos. Es definitivo, tengo que revisar a qué llamar éxito en la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No te prives de opinar.