martes, marzo 24

Día 9 (Martes 24 de marzo)

En un impulso infantil, hoy intenté ver a mamá. Cuarenta minutos en una cola anterior a la alcabala. Un oficial de negro hasta el tapabocas. Apenas tres minutos de una explicación que estuvo al borde del ruego, y de vuelta a casa con huevos, lechosa, plátanos, papel higiénico, crema dental y dos libros. Uno de ellos en su plástico, recién impreso, aún envuelto. ¿Me expuse?, sí. ¿Fue inmaduro?, sí. Quizá por eso nunca me fui del país. Soy un hijo único con un Edipo en brazos de Forbas tatuado con tinta invisible en el antebrazo derecho. Quizá cuaquier otro, con siete u ocho hermanos junto a su madre, hubiese también hecho lo mismo. Todos es especulación cuando te gana la partida el sentimiento. No más uno regresa de la calle, tiene la sensación de que estuvo en otro planeta. En uno al que no regresarías nunca, sabiéndolo para siempre contaminado. Pero esa es mi fantasía pesimista. Tengo otra en la que llegaré a la casa de Consuelo y la encontraré cosiendo, coreando una canción que suene en la radio, o leyendo en voz alta un libro nuevo.   

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