sábado, abril 11

Día 27 (Sábado 11 de abril)

La Semana Santa de 2010 fue la primera que recuerdo con esta película gris detenida en cielo caraqueño. Incendios forestales por doquier, dicen. Todo, con un calor veraniego espantoso que me obliga a mantener abiertas las ventanas, con el riesgo de que asomarme a ellas y detestar lo que miro. O lo que no miro. Un Ávila sin brillo, como una postal mal fotocopiada. Hoy leía a Ricardo Ramírez Requena, en un libro de ensayos sobre literatura venezolana, que recién le editó El Taller Blanco, en Colombia. Compartí vía twitter este pasaje, de La ciudad sin límites: Contemplamos la espalda del Ávila, pues su rostro da hacia el mar. Es un dios que nos mira. Y me quedó resonando en la cabeza la idea de que a la fecha, el egocentrismo no dio lugar a la duda en torno a la  posibilidad del Ávila dándonos la espalda. Ricardo me regaló sin quererlo la más importante incomodidad de este encierro, la de revisar esa vieja certeza. Vuelvo a exagerar. Es mi naturaleza. Es demasiado inusual este Sábado de Gloria y mientras escribo y pienso en los lugares en los que pude haber estado a estas horas, aún y cuando son altísimas las posibilidades de haberme quedado estos días de asueto aquí en casa, anuncian que se extiende por un mes más el estado de emergencia nacional. Y lo hacen el mismo día en que también un parte oficial aseguró que en las últimas 24 horas no hubo nuevos contagios. Hoy amanecimos con la noticia de que Amazonia Grill, el último bar de Adriano González León, ardió íntegro. Y justo con Adriano remata Ricardo esta primera entrega de su libro de ensayos. De Exorcismos contra la destrucción (1981):  Esta es nuestra ciudad. Loca, arbitraria, llena de ruidos, injusta a veces, agresiva, injuriosa, desabrida y horrenda. Pero es nuestra ciudad. Sea cual fuere la dimensión de la catástrofe, no podemos abandonarla. Si nos vamos, el cataclismo será mayor. ¿Quién tendrá el desabrido corazón que puede enfrentar un regreso hacia las ruinas?, ¿Quién podrá soportar esos árboles rotos donde solíamos hablar? (...). 

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