Los vecinos, los recién llegados del piso uno, hoy reciben visitas. No sé qué se entenderá en Maracaibo por distanciamiento social -de allá se vinieron escapando de los apagones- pero que se acerque gente de otras urbanizaciones a contaminar nuestro ecosistema me aterra un poco. Y uso la palabra contaminar por primera vez en estas notas. Mira que la evito. Siento que junto a pandemia, son palabras que rompen el balance de cualquier texto. Al menos en este momento. Ni hablar de la palabra ecosistema, no es mía, deben ser las ganas de irme a la cama. Desde que arrancó este acuartelamiento hago siestas de una extensión indebida, y algunas noches disfrazo de sueños el techo. Disimulo los bostezos en medio de una reunión, aunque el botón que más uso y tengo a mano es el que saca del aire el video. El teletrabajo es una trampa. Y dicho en mejores palabras por Manuel Vilas, en el live que sostuvo ayer con Mariana Marczuk: La televida no funciona, nos teleestresa. Mañana, después de casi una semana iré por víveres. Mamá tiene sus medicinas completas. Remataré una campaña que presento el miércoles. Retomo la negociación de seis comerciales que, de nos ser por la cuarentena, ya estarían al aire para esta fecha. Hago listas de cosas por hacer. Enumero aquellas que nunca haría. Retomo notas que hice en el apagón del año pasado. Apuntaba también tareas por completar, y aquello de lo que no me ocuparía. Supongo que llegará el momento en el que haga un gran inventario, auxiliado por todas esas listas que mis libretas moleskine guardan. Se sabrá de lo que hice y de lo que no, como si del Juicio Final se tratara. La noticia de los caminantes que escaparon por hambre de los refugios fronterizos, fue un campanazo que a esta hora aún me aturde. Escapar de un refugio, ¿se comprende la terrible fuerza de esa imagen?. Hoy, según el parte oficial, son ocho los venezolanos que se suman a los contagiados. De los 189 casos reconocidos, hay 110 recuperados. No encuentro muertes reportadas. La visita de los vecinos sigue allí, aunque ahora sin la música bajísima que aderezaba la conversa. Tampoco fuman en el balcón, por ende, nadie en esa casa ve los carros que con tan poca frecuencia cruzan a esta hora por la oscura avenida.
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