sábado, abril 25

Día 41 (Sábado 25 de abril)

Hay un cuento de Rulfo que he escuchado de su propia voz durante la última semana, cada una de las tres veces al día en que lavo los platos. Oyes ladrar  a los perros, lleva por título. Va de un padre que se ocupa de llevar en hombros a su hijo moribundo, en busca de un sitio en el que le brinden atención. Advertidos por el propio Rulfo antes de iniciar su lectura -en un spoiler innecesario- sabemos que se trata de un malhechor herido en acción. En ese trecho que es la noche arranca, con ese peso que lo encorva, un monólogo en el que lo pone en cuenta del amor que sintió por su madre. Al punto de asegurarle que todo cuánto hace por su pronta recuperación responde al respeto que siente por la memoria de ella, y que nada tiene que ver con el desamor que siente por él. Tu madre, que en paz descanse, quería que te criaras fuerte. Creía que cuando tú crecieras irías a ser su sostén. No te tuvo más que a ti. El otro hijo que iba a tener la mató. Y tú la hubieras matado otra vez si ella estuviera viva a estas alturas. Lo trata como si él no le importara, pero miente. Lleva en sus hombros, aunque afirme lo contrario, la esperanza de que se ponga bien y una vez recuperado se enderece. Ya había leído este cuento muchas veces antes, pero fue hasta ahora que me animé a escucharlo en la voz del propio Rulfo. Y si su lectura me conmovía, ahora que lo atesoro como una dulce canción, tengo la expectativa de aprenderlo de memoria. Superada la adolescencia, aún tenía yo la capacidad de guardar en la cabeza, pasajes enteros de cuentos y novelas, poemas larguísimos, y hasta parlamentos de películas. Era bueno para los nombres y los números telefónicos. Para las direcciones, nombres de libros, requisitos y las cifras a favor y en contra. Y ya entonces me preguntaba dónde irían a parar todos esos datos que tampoco estaría en posición de saber que había olvidado. Hoy procuro tomar apuntes de aquello importante, pero es doble el trabajo de recordar si me fío en mi caligrafía. Así que parto de aquellas palabras reconocibles y las vinculo a una imagen que otorgo al momento de escribirlas, y voalá: llego atando cabos al sitio que quería. Como ahora mismo. Al recordar que el impedimento de poder escuchar, siendo que llevaba a su hijo en caballito, es de donde sale el nombre del cuento escrito y leído para mí por el propio Rulfo. Hoy hubo, oficialmente, cinco nuevos contagios, para un total de 323, si mal no recuerdo. 

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