Diez nuevos contagios anunciaba la televisora oficial, mientras sostenía una conversación vía Zoom con Willy McKey y sus alumnos. Se trata de un grupo al que guía hacia la culminación de su primer libro. Hubo entre los asistentes, aspirantes a novelistas, poetas, ensayistas y dramaturgos, todos muy jóvenes. Jovencísimos. Ahora que hago memoria me explayé en la soberbia que las más de las veces es responsable de la experiencia fallida. Asomé mi distancia con la autopublicación, y les invité a que se sentaran a escribir un libro, sin más. Sin la pretensión inicial de que respondiera a un género puro o clasificación académica reconocida. ¿Qué estás escribiendo? Un libro. Nombré a las Kardashian, y hablé del miedo a lo pop. Mencioné a García Márquez, eché mano de Bolaño, y celebré el desparpajo de Salvador Fleján. Y yo, que había amanecido con eso que mi abuela llamaba el cuerpo malo, fui por veinticinco minutos esa persona que era hace seis semanas. Tengo que procurar más momentos así. Esto no va a durar toda la vida.
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