lunes, junio 1

Día 78 (Lunes 1 de junio)

Soy de los que piensa que la experiencia de la escritura resulta incompleta sin la figura del lector. Más, miente quien afirma que escribe empujado por el secreto deleite personal. Casi onanista. Si la lectura tiene algo de voyeur, escribir tiene mucho de exhibicionista. Y no estoy muy distante de la idea de mostrarme, en la medida en que venza el miedo a herir susceptibilidades. Esto, en la creencia de que lo que aquí escribo, por ejemplo, trascienda al interés público y hasta popular. No hace mucho caí en cuenta de que sin importar con quién me topaba, ni en qué lugar, acababa con propios y extraños hablando de literatura. Y aunque no me arrepiento de lo dicho ni del tiempo empleado en esa tarea, en la distancia me reconozco como un fanático que iba de timbre en timbre predicando la belleza ordenada de las letras. Leer ha sido mi manera muy personal de rezar. Encontré en los libros los santos que nunca me cumplieron en las iglesias. Y si de los cuentos asumí las máscaras aún indelebles en mi memoria adolescente, de las novelas vengo tomando esas formas con las que sueño el futuro de mi madurez artística. O el presente más inmediato. Lo que ocurra primero. Quien como yo lee desde la niñez, no llega tarde a la escritura. No a la que pretende la estética de las horas. Y aunque esto que ahora persigo opere como un rasguño a la solidez creativa y ritmo que desde hace rato pretendo, agradezco al abismo de esta cuarentena su magia y fuerza ejercida sobre mis  espaldas.  

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