Día 71 (Lunes 25 de mayo)

Hoy quiero adelantarme a las cifras oficiales de contagio. Quiero acabar temprano con este apunte. Destapar una cerveza y seguir leyendo a Juan Tallón. Hace poco me hice de su más reciente libro. Rewind, lleva por nombre. Es el segundo que leo de él. Antes leí la edición que hace un par de años en Venezuela hiciera Madera Fina de Fin de poema. Un libro publicado en gallego en 2013, que va de las últimas horas de relevantes poetas del siglo pasado que tomaron la decisión de suicidarse. Anne Sexton, Cesare Pavese, Alejandra Pizarnik y Gabriel Ferrater. En su  momento me hice de dos ejemplares y regalé uno. Un raro obsequio, hay que admitirlo. Compre dos libros. Salvé a uno. Hice suicidar al otro. Tallón tiene una forma de narrar en la que inserta comentarios que me recuerdan sus premisas en la prensa. El amor a la ropa se demuestra a veces en la insistencia. Unos pantalones viejos, unos zapatos gastados, un abrigo pasado de moda equivalen a veces a tu patria. En algunos objetos se enmascara en ocasiones una lección. Escribe en el primer capítulo de Rewind, mientras el narrador se describe y da detalles de sí mismo en medio de una escena (aunque esta última palabra le va mejor al cine o al teatro). Ayer justo pensaba en el asombro de mis camisas planchadas desde días anteriores al uno de este confinamiento. Qué pasará por sus cuellos sin mi cabeza. Qué memoria guardarán sus codos acostumbrados al escritorio de mi oficina, y sus hilos ganados para la embriaguez de mi colonia. Qué puede pasar de interesante en la vida del botón de un puño sin la oportunidad de extraviarse. Tendré suerte si al volver a la calle aún están de moda. Y con esta aseveración, que es también una esperanza disfrazada, vuelvo a la exageración: ese oxígeno que alimenta todo lo que cuento. Por ahí y me repito en estos apuntes, pero hace unos días puse en Twitter: Día 68, llega la mañana en la que le encuentras sentido a esa expresión que creías monopolio de tu infancia proletaria: «zapatos de salir».